Unidad andalucista sí ¿pero de quiénes y para qué?

 


Cuenta Fernando de los Ríos, que cuando se entrevistó con Lenin y le inquirió acerca de cuando iba a establecer la libertad en Rusia, éste le contestó con otra pregunta: ¿Libertad para qué?. Otros afirman que lo que dijo fue más bien: “¿Libertad para quién?. Con independencia del debate acerca de si la frase fue o no pronunciada realmente por él y de cual de ambas versiones es la más correcta, es indudable que si no la dijo seguro que si expreso el concepto que enmarca, con estos u otros términos semejantes. Con independencia del grado de superficialidad política e ignorancia de la situación por la que atravesaba la Unión Soviética que trasluce la interrogación, lo cierto es que la supuesta respuesta-pregunta encierra más de una profunda lección. Es evidente que lo que Lenin exponía era una distinción entre las libertades formales de la democracia burguesa y las libertades efectivas de la democracia socialista. Pero, más allá, la respuesta trasluce una valorización superior de lo concreto sobre lo abstracto. La praxis como test verificador de la teoría. Luego, desde esta perspectiva, era también una afirmación acerca de que lo trascendente y lo determinante de la libertad, al igual que de cualquier otro principio, no es su proclamación sino su ejercicio. La libertad, como capacidad de acción y elección, será o no será en tanto de qué, para qué y para quién.

Parafraseando la conocida respuesta, a las constantes llamadas que últimamente se vienen realizando con respecto a la unidad del nacionalismo andaluz, cabria contestar mediante una similar pregunta: ¿Unidad para qué?. Al igual que Fernando de los Ríos, que atrapado en la mentalidad pequeño-burguesa no comprendía esa diferencia entre apariencia de libertad y libertad real, algunos andalucistas parecen ser incapaces de distinguir entre el término “unidad”, su contenido y sus consecuencias. Estar unidos o separados, por si mismo, no es negativo ni positivo, lo será en tanto quienes se unan y, sobre todo y ante todo, para que se unan. La “unidad”, así expresada, sin mayor contenido, no es más vacía e inútil que las supuestas “libertades” que venimos padeciendo en el actual régimen. Es más, de la misma forma que en esta sociedad orweliana las “libertades democráticas” no son más que el instrumento de una dictadura de facto, una unidad incondicional, sin selección de “de quienes” ni una inequívoca predeterminación de “para que”, puede no ser más que un flotador para prolongar la agonía de quienes se envuelven en la bandera verdiblanca para embozar su oportunista desnudez ideológica. Un ejercicio de prestidigitador embaucador

Hay quien afirma que los andalucistas tenemos que estar unidos por el simple hecho de serlo. Muy bien. ¿Pero que es un andalucista?. Todos en esta tierra se otorgan ese apelativo, hasta el PP se califica últimamente de andalucista. ¿Nos tenemos que unir con los populares?... No, claro. Un andalucista es un nacionalista andaluz. ¡Ah, bien!.Ya no se trata de unirse con todos. No basta con autocalificarse como andalucista, sino que dicha adjetivación tiene que corresponder a un contenido muy concreto: el nacionalismo andaluz. De acuerdo, definamos entonces que es un nacionalista. Todo nacionalista parte de la creencia en la existencia de una nación determinada, siendo para él tanto sinónimo de pueblo diferenciado como de territorio que éste habita y sobre el cual se desarrolla. Es aquel cuyo objetivo es la defensa tanto de la pervivencia de ese pueblo como de sus derechos y los de su nación. ¿Y cuales son los derechos de un pueblo y de una nación?. “Todos los hombres nacen libres...”, afirma la Declaración Universal de los Derechos Humanos. La libertad no es algo que se le otorga, sino que forma parte de su propia naturaleza, que le pertenece por el hecho de ser. Siendo la libertad, según el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua (R.A.E.), la “Facultad natural que tiene el hombre de obrar de una manera o de otra, y de no obrar...”, libertad no es más que capacidad de acción y elección. Dado que un pueblo no es más que un conjunto homogéneo de seres humanos, todo pueblo posee derechos colectivos equiparables a los detentados por cada individuo que lo compone. Como la de cada hombre, la libertad conjunta le pertenece intrínsecamente a cada pueblo. Y el nombre que recibe su libertad colectiva, su capacidad de acción y elección, es: soberanía. La soberanía nacional.

De todo lo anterior se deduce que un nacionalista andaluz será aquel que crea en la existencia de un pueblo, el andaluz, y de una nación, la andaluza. Aquel que tendrá como objetivo político la pervivencia del pueblo andaluz, así como la defensa de sus derechos colectivos y los de su nación. De su soberanía nacional. Luego, un nacionalista andaluz será aquel que luche por la permanencia de la soberanía nacional en manos del pueblo andaluz, o por su restitución en el caso de que le haya sido arrebatada, o por su reconocimiento en el caso de que le sea negada. ¿Y detenta el pueblo andaluz su soberanía?. El artículo 1º del Estatuto de Autonomía en vigor, enmarca el “derecho de autogobierno” andaluz en el articulo 2º de la Constitución Española actual. Ésta, afirma que: “La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado”. Y el reconocimiento de una soberanía nacional española conlleva la negación y exclusión de una soberanía nacional andaluza. Esa es la razón por la que el Parlamento Español tuvo que aprobar el Estatuto Andaluz; porque la Soberanía nacional, el derecho de acción y elección, no le pertenece al pueblo andaluz sino al español. Ambas soberanías son mutuamente incompatibles. Si hay una soberanía nacional española no puede haber una andaluza y viceversa. Soberano, según la R.A.E., es: “el que ejerce o posee la autoridad suprema e independiente...”. Si el pueblo español posee la autoridad suprema e independiente, el andaluz solo la posee subordinada y dependiente. Todo nuestro “autogobierno” no es más que un espejismo. No es el ejercicio de un derecho sino una concesión limitada de actuación por parte de quién detenta el derecho. España.

Entonces, ¿que es España para un nacionalista andaluz?. Evidentemente no puede ser su nación, ya que lo es Andalucía y no puede creer formar parte del “pueblo español”, puesto que su pueblo es el andaluz. Su reconocimiento de la Nación Andaluza excluye el de la Nación Española. Las naciones no están constituidas, a su vez, por conjuntos de naciones. Una nación termina donde otra empieza. España no existe, solo es un Estado. Una superestructura político-administrativa de poder y control sobre los pueblos bajo su dominio. No obstante, hay quién afirmará que hay andalucistas que pretenden defender los intereses del pueblo andaluz, pero que poseen un arraigado sentimiento de pertenencia a España. Cierto, pero los “andalucistas” de ese tipo, no son sino regionalistas españoles. Ejemplo de diferencia entre nacionalismo y regionalismo fue cuando mientras un nacionalista tan moderado como el portavoz del PNV manifestó, a preguntas sobre el “Día de la Hispanidad”, que como nacionalista vasco no tenía nada que celebrar, puesto que no se consideraba español. Por contra, por esas mismas fechas, el Secretario General del PA afirmaba que su partido no cuestionaba España y que veía paradójico el que otros movimientos nacionalistas, que si lo hacían, logren con su estrategia un mayor poder político y económico para sus comunidades. Lo paradójico no es que un nacionalista cuestione España, sino que un nacionalista andaluz no. Y paradójico es que no comprenda que otros “logren más” precisamente porque la cuestionan. Otro: Mientras aquí los “nacionalistas de izquierda” del PSA defendían un Estatuto de Autonomía que no reconocía a Andalucía como Nación, los nacionalistas de izquierda gallegos del BNG advertían que nunca aceptarían el “modelo andaluz”. Para ellos, el reconocimiento nacional de su tierra era innegociable e irrenunciable. Somos el único pueblo con “nacionalistas” regionalistas. Con “nacionalistas” colaborando en la negación de su tierra. Con “nacionalistas” integrados en estructuras estatales. Somos, en definitiva, el único pueblo donde se confunde y mezcla regionalismo con nacionalismo.

Pero un nacionalista, con ser todo eso, solo es eso. El nacionalismo no constituye una ideología de construcción y estructuración social. No existe, por ejemplo, una forma de estado nacionalista o una economía nacionalista. El andalucismo solo constituye un marco referencial. Ni Andalucía ni el pueblo andaluz pueden ser un fin, sino el objeto y el sujeto de la acción política. En una reciente entrevista, un dirigente del SAT afirmaba que: “En su interior vamos a convivir trabajadores y trabajadoras que, desde un punto de vista ideológico, tenemos diferentes adscripciones; comunistas, anarquistas, nacionalistas, etc.”. Éste es un craso pero habitual error. En todo caso, cabria decir que en el Sindicato conviviremos comunistas nacionalistas y no nacionalistas, anarquistas nacionalistas y no nacionalistas, etc. Hay tantas tipologías de nacionalismos en el seno de un pueblo como sectores sociales lo conformen. Dependiendo de los intereses de clase de los que surja y a los que represente. Habrá nacionalismos burgueses o reformistas, y populares o revolucionarios. Unos estarán conformados por aquellos que sean conscientes de la pertenencia a un pueblo, pretendan luchar por su liberación, pero no estén en contradicción con el modelo social internacional imperante. Aspiran a un Estado Nacional “homologable” a los “estados modernos”. Con su “libre mercado”, su “democracia parlamentaria”, etc. Los otros, no solo pretenderán la liberación nacional de su pueblo, sino que conciben dicha lucha dentro del proceso de liberación social. Del contexto de la lucha de clases interna e internacional. Comprenden que sin acabar con la explotación del hombre por el hombre y de unos pueblos por otros, no será posible una liberación real y completa. Un pueblo no puede ser libre formado por hombres esclavos, ni puede haber hombres libres en el seno de pueblos esclavizados, carentes de libertad.

Resumiendo. Bajo el común paraguas del nacionalismo andaluz conviven, a grandes rasgos, tres filosofías diferenciadas: el regionalismo españolista, el nacionalismo burgués o reformista y el nacionalismo popular o revolucionario. Los regionalistas serían aquellos que pretenden mantener a Andalucía como una parte de España. Más o menos autónoma en la gestión administrativa, pero indisolublemente soldada a la “España una e indivisible”. Los nacionalistas reformistas serían aquellos otros que pretenden la liberación de Andalucía con respecto a España pero, que de lograrlo, implantarían una sociedad que en poco diferiría de la actual, en sus rasgos económico-políticos. Y los nacionalistas revolucionarios serán aquellos que conciben la liberación de Andalucía, no solamente como su existencia como nación soberana, sino construida sobre bases sociales igualitarias y comunitarias...¿Y qué tipo de unidad cabe entre los mismos?. La unidad solo es posible entre semejantes y semejanzas. Habrá, por tanto, que analizar las coincidencias y las divergencias, para averiguar, no solamente si la unidad es o no posible, sino para concluir en que grado y en que aspectos es factible.

Entre regionalistas y nacionalistas no hay puntos coincidentes. Los primeros pretenden gestionar la Andalucía dependiente, ésta Andalucía. Limitan el concepto de “poder andaluz” al dominio de las estructuras administrativas autonómicas y locales por parte de “partidos andaluces”, o sea de ellos.. La mejor definición del regionalismo andaluz la hizo recientemente Julián Álvarez; quién, en las ya mencionadas declaraciones, refiriéndose a los objetivos de su partido, dijo no solo que no cuestiona España, sino que lo único que persigue es que Andalucía alcance el mismo nivel de desarrollo que la media de España. Esto lo firma hasta el PP. Esta conceptuación regionalista del andalucismo, su preponderancia sobre los partidos andalucistas, ha sido responsable del confusionismo y deriva del nacionalismo andaluz durante los últimos treinta años. Décadas en que se han dedicado a disputarles el espacio a los partidos españolistas en lugar de hacer nacer uno andaluz. Algunos llegaron a ocupar cuotas de poder en nuestra tierra. ¿Y qué?. El “barómetro” del acierto de una gestión nacionalista no son el número de instalaciones deportivas o la cantidad de talleres en centros cívicos, es el de la labor de elevación de conciencia nacional. Porque ello, ante todo, distingue una política nacional. Donde rigen nacionalistas gallegos, vascos o catalanes, el sentimiento de pertenencia a la propia nación empapa y condiciona cualquier actividad. Si hiciéramos una encuesta en donde los andalucistas han gobernado, algunos durante decenios, veríamos que el grado de concienciación nacional poblacional no difiere de la escuálida media general. No se ha construido Andalucía, se ha consolidado España.

Entre regionalistas y nacionalistas no puede ni debería haber más que antagonismo. El regionalismo es la herramienta de la que se sirve el Sistema para impedir el despertar del Pueblo Andaluz. El instrumento para perpetuar su situación. La unidad organizativa o electoral con él, es “antinatura”. La prueba es ver a donde ha llevado dicha unidad al andalucismo “mayoritario”, a su hundimiento. Y por una razón, porque los regionalistas no son andalucistas “moderados”, sino españolistas tuneados en verdiblanco. La preponderancia del regionalismo ha impregnado a la totalidad del andalucismo de su mentalidad. La mentalidad regionalista no es exclusividad de ninguna tendencia, ha anidado y prosperado tanto en reformistas como en revolucionarios. Esto explica la ceguera electoralista, las prisas unificadoras o la “angustia” por la marginalidad que les atenaza. El regionalismo es el cáncer que corroe con su metástasis al nacionalismo. Extirparlo de raíz constituye su única posibilidad de supervivencia y crecimiento.

La marginalidad proviene, hablando en términos de marketing mercantil, de que se ofrece un producto para el que no había mercado ni se ha creado previamente. Los altibajos electorales del andalucismo están causados porque sus votantes lo son, en gran parte, no por principios, por identificación ideológica, sino por causas meramente accidentales o coyunturales. Hay una parte de la población que se siente de izquierda o de derechas y, por vago y superficial que pueda ser dicho sentir, le empuja a elegir siempre entre opciones que identifique como tales. Difícilmente un votante de izquierda votará a la derecha y viceversa. Por tanto, el andalucismo político es marginal porque el andalucismo ideológico lo es igualmente. Y, una vez más, la solución es la clarificación propia, sin ambages, y la priorización en las políticas de concienciación y construcción nacional. Hagan pueblo andaluz consciente y votarán a opciones nacionalistas, por encima de cualquier otra consideración. No se vota nacionalista porque no se es nacionalista. Y habrá voto nacionalista cuando un sector poblacional que si lo sea.

El electoralismo es otra consecuencia de la actividad de la mentalidad regionalista. El regionalismo no tiene en su horizonte más Andalucía que ésta. Su meta real no es liberarla sino gobernarla. Su prioridad, pues, no es construir nación sino acaparar poder. De ahí la obsesión por desbancar al PSOE y descabalgar a Chaves. Son el obstáculo que lo imposibilita. Su carencia de perspectiva nacional y popular, hace que no comprendan, ni quieran comprender, que el problema no son los veinticinco años de PSOE en la Junta, sino los treinta de la “España Constitucional”. Chaves solo es el virrey de España en Andalucía y el manijero de su dueño, el Capital, en el sur de su finca hispánica. Y si le derrocamos, el Sistema colocará otro y nada cambiará. Un capataz no decide, solo hace cumplir las órdenes. Es más, los dueños utilizan a sus capataces para desviar la atención del obrero sobre ellos. Antes, el pueblo caía en ese error, se levantaba bajo lemas como: ¡ Viva el Rey y muera el mal gobierno!. Ni Chaves ni la “familia” psoista son el mal, sino un efecto, “el mal gobierno”. El mal, el “Rey”, es España.

¿Y entre nacionalistas reformistas y revolucionarios?. Partamos de que estamos hablando de andalucistas cuya característica común es, precisamente, su negación de España y la confrontación con respecto a cualquier Estado Español . La lucha por la liberación nacional. Por la restitución de su soberanía a nuestro pueblo. Entre ellos si hay coincidencias apreciables. Las suficientes para plantearse actuaciones conjuntas y continuas, pero tampoco unidades organizativas o electorales. ¿Alguien ve factible una sola estructura partidista o candidatura conjunta que contenga a la derecha peneuvista y a la izquierda abertzale, por ejemplo?. Donde se efectuaron experimentos semejantes, como en Galicia con el BNG, la experiencia ha resultado fallida. Los elementos revolucionarios han terminado teniendo que optar por salirse, para ser fieles a sus principios, o reconvertirse, de facto, al reformismo socialdemócrata. En todo proceso de liberación nacional, la burguesía local y las clases populares son aliados naturales. Ambos se necesitan y comparten el objetivo de lucha contra el ocupante pero, lograda su expulsión, he incluso antes, sus intereses divergen. Las tácticas están condicionadas por unas estrategias que, a su vez, están determinadas por unas ideologías. El reformista aspira a “mejorar” ésta sociedad, el revolucionario a destruirla. Uno pretende gestionarla mediante la gobernabilidad, el otro colapsarla mediante la subversión. El burgués utiliza la estabilidad, el “orden”, y el antisistema la inestabilidad, la insurrección. ¿Cómo es posible la unidad organizativa o electoral entre quienes poseen ideologías contrapuestas, que conllevan estrategias enfrentadas y tácticas incompatibles?.Lo razonable es un bloque reformista y otro netamente revolucionario.

Si es posible y deseable la constitución de un frente nacional, no como fuerza política o electoral unificada, sino como coordinación de actuación comunes en las tareas del resurgir de la conciencia nacional y de la liberación política de nuestra tierra. Lo excepcional de su situación; no solo estar oprimida sino ser inconsciente de ello, una nación colonizada con una población identificada con el conquistador, nos obliga a los patriotas andaluces a aunar fuerzas y esfuerzos. Más aún, teniendo en cuenta la abismal diferencia entre la enormidad de la tarea a emprender y la escasez tanto de nuestro número como de nuestras capacidades. Y para estas tareas no es necesario ningún tipo de unificación. Ejemplo palpable son los grandes partidos españolistas: PP, PSOE y PCE-IU. Es inimaginable un “Bloque” político entre ellos . Y los tres actúan de común acuerdo para salvaguardar los intereses españoles. Esa unidad si es útil y realizable.

La tarea prioritaria del nacionalismo hoy, no es su unificación o la práctica del tocomocho electoral, sino su clarificación. Expurgarlo de españolismo regionalista, fortaleciendo y consolidando una mentalidad nacional coherente. Andalucía no necesita ser gobernada sino liberada. Lo que espera es una vanguardia nacional y revolucionaria consecuente. No un bloque “buñuelo”, hueco y amorfo, sino uno unitario de liberación nacional y social del Pueblo Andaluz. Que quienes sientan el: ¡Viva Andalucía libre y socialista!, encabecen y conduzcan la lucha por la independencia nacional y la erradicación de la explotación. Ese es nuestro deber histórico. Rechazarlo nuestra elección y nuestro fracaso. Nuestra traición al pueblo y a la herencia de Blas Infante.

 

Francisco Campos López